En todos los aspectos de la cotidianeidad podemos observar la presencia de color. Si nos detenemos a analizar lo que nos rodea comenzaremos a notar cierta intencionalidad en la colorimetría mucho más allá de la estética misma.
El simbolismo del color tiene infinitas aristas. Sirve tanto para universalizar criterios (señales de tránsito prohibitivas de color rojo), como para individualizar rasgos étnicos.
Las banderas son la insignia por excelencia de los estados. Muchas de ellas serían indistinguibles si no fuera por los diferentes colores que su nación les otorga.
Cada población en su idiosincrasia, percibe y asocia las tonalidades de manera diferente. Para evidenciar luto occidente acude al negro y Asia al blanco.
Tanto los rasgos sociológicos como las características del clima condicionan la relación que una comunidad entabla con los colores. No es casualidad que el pueblo Mexicano asentado mayormente en zonas templadas, presuma una paleta colmada de colores saturados y vibrantes que impregnan atuendos, símbolos y fachadas.
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